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7 mar 2012

Canción del elegido

Me quedé mirando al oeste; pudo ser hacia otro punto cardinal pero no, y tampoco es que me llamara la atención nada en especial. Quizás la luna creciente y anaranjada por encima de los tejados ya perdiéndose, como nosotros. Pensé en un gran zoom para captar un primer plano de los cráteres (yo a lo mío), y luego me vino la sensación de su mano apretando la mía justo antes de la despedida, ese escalofrío lo recuerdo bien. Pudo ser un hasta pronto, te echaré de menos o simplemente te quiero. Quién sabe. Ni las despedidas ni la simbología se me daban demasiado bien. Me dejé llevar por la inercia rutinaria de un beso en la mejilla, un par de palabras finalistas y los premios de futuribles reencuentros.

Con todo ese triunfo, no dejé de usar mi especialidad en "mirada que todo lo comprende", y esa otra "que todo lo cuenta en un silencio fugaz". Di un poco también de mirada "ya sabes dónde estoy si me necesitas" pero sin demasiada cobertura, esa de "a ver cómo tengo la agenda". Un cuarto de timidez que ocultaba el ya clásico reprimido "te comería la boca y te haría el amor en este preciso instante pero sabes que te respeto demasiado", y tres cuartos de "para qué están los amigos", vamos, lo que venía siendo costumbre en nuestras despedidas habituales. 


Y con la mochila desinflada, las manos en los bolsillos, la cabeza llena de imágenes sugerentes de lo que podría haber sido, la mirada en los adoquines y canturreando seguramente algo de Police, puede que Every breathe you take, comenzó en ese preciso momento, sin ser en absoluto consciente como en tantas ocasiones, su ausencia.